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Mi plan de publicaciones era elaborar una entrada para Kusca, mi blog de Desarrollo Emprendedor, y luego continuar con otra para Miradas desde Mendoza, probablemente sobre algún tema que tuviera que ver con la política, ya que es lo que está generando más novedades y actividad.

Sin embargo, había varias inquietudes que me andaban rondando, y no desde ahora: por ejemplo, los algoritmos de las redes sociales que permiten el direccionamiento de las noticias y notificaciones que recibimos, o el hartazgo de que uno busque el precio de algo en Internet para que nos aparezcan ofertas por todos lados, tanto en la computadora como en celular, o cualquier otro dispositivo que se detecte como nuestro, o que vaya a la carnicería del barrio (es real) y Maps me pida una opinión sobre la atención, o el big data o las bitcoins y blockchain, y algunas más. Es claro: estas inquietudes tenían que ver con el uso de la tecnología digital y su poder cada vez mayor y más invasivo.

Hace unos días, había encontrado una entrevista que decía sobre el final: “… el neoliberalismo no es hoy solamente un credo económico, sino también una forma de pensamiento global. Este pensamiento global tiene que ver con la fe en que una sociedad puede fundarse en la desigualdad. Hay un odio a la igualdad, un desprecio, como si la igualdad fuese algo infame. Pero en esto hay también una paradoja, puesto que a título del neoliberalismo se pretende fingir que la política está muerta siendo que, a la vez, se la necesita para dar justamente un aspecto político a ese mismo neoliberalismo. Lo que estas élites plantean es algo que no me parece que sea verdad: que la política puede ser reducida a la gestión del poder y que la comunidad puede fundarse en la desigualdad.” (Jacques Rancière, filósofo francés, en  http://www.theclinic.cl/2016/12/04/jacques-ranciere-la-extrema-derecha-esta-volviendo-a-ser-exitosa-en-su-evocacion-de-simbolos-identitarios-muy-primitivos/).

Aunque es una nota muy densa, sobre todo para alguien al que le cuestan algún lenguaje y categorías de la Filosofía, esta conclusión, y alguna otra, me impactaron muchísimo. Influía también en esto la información que estaba llegando sobre Bolsonaro, y de qué manera habían manejado -y lo siguen haciendo- la opinión pública para que los brasileños lo votaran. Otra vez un uso negativo y abusivo de la tecnología.

En esta situación me encontré con una nota en Infobae, con este título: “Las tecnologías digitales están a punto de derrotar a la democracia y el orden social”, y el siguiente copete: “Las plataformas de redes sociales, los datos masivos, la tecnología móvil y la inteligencia artificial, que dominan cada vez más la vida económica, política y social, amenazan el sistema de gobierno occidental. El experto Jamie Bartlett detalla cómo avanza ese peligro en «The People vs. Tech», su nuevo libro.”

Al final de esta entrada, pondré el link a la nota completa, que es bastante larga, pero ahora copiaré algunos párrafos, casi sin comentarios, para que entiendan la dimensión del riesgo que implican estas tecnologías, y no las estoy descalificando, porque hace mucho que me dedico a las NTICs (Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación), pero me parece clave tomar conciencia de su potencial, y el peligro de los usos inescrupulosos que se marcan en la nota.

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“Bartlett, director del Centro para el Análisis de las Redes Sociales del think tank británico Demos en conjunto con la Universidad de Sussex, se refiere específicamente a las «tecnologías digitales asociadas con Silicon Valley: plataformas de redes sociales, datos masivos, tecnología móvil e inteligencia artificial, que dominan cada vez más a vida económica, política y social». Como experto en el área las valora: cree que tienden a expandir las capacidades humanas y hasta a crear más felicidad. «Pero eso no significa que sean buenas para la democracia».

En realidad, reconoce, son universos opuestos. A cambio de los beneficios de una revolución –que, además, está apenas en sus comienzos–, las democracias occidentales han permitido que se socavaran componentes centrales del sistema: control, soberanía parlamentaria, igualdad económica, sociedad civil, ciudadanía informada.

«En un nivel profundo, estos dos grandes sistemas —tecnología y democracia— están trabados en una lucha encarnizada. Son los productos de épocas completamente diferentes y funcionan según distintas reglas y principios. El engranaje de la democracia se construyó en la era de los estados nacionales, las jerarquías, la sumisión y las economías industrializadas. Las características fundamentales de la tecnología digital van en contra de este modelo: es no-geográfica, descentralizada, impulsada por datos, sujeta a los efectos de red y el crecimiento exponencial».

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“Sean Parker, co-fundador y ex presidente de Facebook, reconoció que él y Mark Zuckerberg explotaron «una vulnerabilidad en la psicología humana» al diseñar las plataformas para «consumir la mayor cantidad de tiempo y atención consciente» del usuario. «Es un circuito cerrado de retroalimentación de validación social».

Los datos están en el centro del asunto: permiten a las empresas conocer al usuario más de lo que él se conoce a sí mismo, y dirigirle avisos a medida. Actualmente los datos existentes superan la capacidad humana de procesamiento, pero en 2020 habrá cuatro veces más dispositivos que los recojan: 50.000 millones de aspiradoras de información en teléfonos, automóviles, electrodomésticos, ropa, libros, juguetes… De allí el valor de los algoritmos que sí pueden procesar esos volúmenes enormes de datos, y más: «Lo aterrador de los algoritmos de datos masivos es cómo pueden averiguar cosas sobre nosotros», según el autor.”

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“Un problema adicional es la manipulación. Si el objetivo es que una persona pase más tiempo en una plataforma para mostrarle más publicidad, «¿qué pasa si a los antisemitas se les dirige cada vez más contenido violento personalizado simplemente porque un modelo sugiere que pasarán más tiempo mirándolo? O quizás se puede vender un 20% más de antidepresivos si se contacta a la gente en cierto momento de la semana y se le dirigen mensajes que bajan la autoestima».

Delegar las decisiones en la inteligencia artificial (porque no sólo una máquina hará mejores diagnósticos que un médico, sino que se podrán tercerizar en algoritmos el voto y la educación de los hijos) no sólo eliminaría la dimensión moral del ser humano, también erosionaría su capacidad de pensar libremente. «Dado lo malos que a veces somos al tomar decisiones difíciles, el resultado podría ser una sociedad más sabia y más humana. Pero difícilmente se podría llamar democracia a un lugar así».

Una cultura común, curiosamente, es algo que se pierde con la plena conectividad y el exceso informativo, que en realidad alientan las pequeñas tribus, donde las reacciones emocionales y la lealtad superan a la razón y la comprensión. «Los líderes políticos evolucionan con el nuevo medio de información: de ahí el ascenso de populistas que prometen respuestas emotivas, inmediatas y totales», interpretó Bartlett. «Pero las tribus beligerantes de ciudadanos sin eje, confundidos, son las precursoras del totalitarismo».

Expresiones como burbuja de filtros, noticias falsas y posverdad se han popularizado a medida que las noticias circularon por las plataformas y la desinformación hizo que las personas recortaran sus fuentes a la medida de sus creencias. «Con la conexión infinita, encontramos gente similar y con ideas similares, y nos apiñamos». La fragmentación no tiene límite: «En internet cualquier puede encontrar cualquier clase de comunidad que desee (o inventar la propia)», señaló el autor. «Cualquiera que esté molesto puede ahora, automáticamente, a veces algorítmicamente, encontrar a otra gente que está molesta de manera similar».

Así la re-tribalización puede conducir a la alt-right o al veganismo radical, y la cámara de resonancia de la red convierte cualquier grupo en una horda. «El tribalismo es comprensible, pero en definitiva daña la democracia, porque tiene el efecto de agrandar las pequeñas diferencias entre nosotros y transformarlas en golfos enormes, insuperables».”

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“Uno de los temas centrales del libro, la pérdida de legitimidad de las elecciones libres, muestra cómo «los datos masivos y la micro-localización pueden ganar votos». Por ejemplo, aunque Hillary Clinton lo superó por casi 2,9 millones de votos en los Estados Unidos, Trump obtuvo la mayoría del Colegio Electoral porque ganó en cuatro estados decisivos gracias al modo en que hizo su campaña en redes sociales allí.

Todo el trabajo de Cambridge Analytica, tanto para Ted Cruz como para el actual mandatario, se basó en la construcción de perfiles a partir de la información personal de 87 millones de usuarios de Facebook (que no lo sabían, mucho menos lo habían autorizado). Y esta competencia no va a terminar, advirtió Bartlett. «Cada elección se datifica de esta manera, realizada por una red de contratistas privados y analistas de datos que ofrecen estas técnicas a los partidos políticos en todo el mundo».

El problema mayor que ve, si se deja estas técnicas sin control, es que su evolución «va a cambiar cómo hacemos una opción política, qué clase de gente elegimos e incluso si pensamos que nuestros comicios son realmente libres y justos».

Si los partidos políticos tradicionales han girado alrededor de la construcción de programas, ideas que permitían que ciudadanos con intereses variados se organizaran colectivamente, el big data es lo opuesto: la atomización, la división en grupos de intereses específicos al punto de un modelo personalizado. «Si cada quien recibe un mensaje personalizado, no hay debate público común: sólo millones de debates privados», ilustró el experto.”

En realidad, la nota no tiene casi desperdicio, así que los invito a leerla completa.

Cierro con un comentario desde mi experiencia en estos temas de uso de la tecnología.

Soy Profesor y Licenciado en Literatura y empecé a dedicarme a las NTICs en Educación (entonces era Informática Educativa) porque me cansé de lidiar con los informáticos en el sentido que terminaban imponiendo sus criterios sobre la expertise que uno tenía. En cierto momento, acuñé una expresión que usé mucho en mis exposiciones y conferencias: El problema es que los políticos no entienden nada de informática, y los informáticos, nada de política. En esta situación el que termina definiendo los proyectos tecnológicos, es el informático, aunque el político crea lo contrario. Ahora bien, si esto era válido en etapas tan primitivas (no porque haga tanto tiempo, sino por el crecimiento exponencial de su poder), hoy es mucho más terrible.

La tecnología atraviesa todo, así que todos/as tenemos que ver con ella en muchas cosas de la vida, y esto se irá acrecentando. Tenemos que entender para poder decidir, mientras podamos.

(https://www.infobae.com/america/tecno/2018/10/20/las-tecnologias-digitales-estan-a-punto-de-derrotar-a-la-democracia-y-el-orden-social/)